Los diques antisal son una herramienta tradicional utilizada por las comunidades costeras para proteger sus cultivos frente a la intrusión de agua salada en las zonas de manglar. Estas estructuras requieren un mantenimiento constante, ya que las mareas y las lluvias van deteriorando los muros de contención con el paso del tiempo.
Durante el conflicto de Casamanza, la población de los pueblos de Etama y Bandial se vio obligada a desplazarse debido a la presencia de grupos rebeldes y la presión de la armada, que los acusaba de colaborar con estos. Con la disminución de la violencia, muchas personas regresaron a sus comunidades, aunque otras decidieron permanecer en las ciudades donde se habían refugiado.
Al volver, se encontraron con que los diques estaban muy deteriorados y que la fuerza de trabajo disponible en los pueblos era mucho menor. Esta situación, unida al aumento progresivo del nivel del agua, ha provocado inundaciones en Bandial y en las parcelas de arroz de las que dependen para su sustento.

La rehabilitación de los diques de contención se ha convertido así en una prioridad para proteger los campos de arroz, evitar la salinización de los suelos y recuperar las parcelas afectadas.
El trabajo se está desarrollando en dos fases:
- En una primera fase, son los propios miembros de las comunidades quienes lideran las labores de rehabilitación. En Etama, los jóvenes que regresan al pueblo durante las vacaciones han asumido el protagonismo; mientras que en Bandial, son principalmente los adultos residentes quienes están llevando a cabo los trabajos.
- En una segunda fase, prevista para más adelante en el año, se incorporará mano de obra especializada que permitirá reforzar los diques y garantizar su buen estado a largo plazo, reduciendo la carga de mantenimiento en el futuro.

Además, se están instalando varas de bambú y plantando arbustos sobre los diques para mejorar su estabilidad y durabilidad.
Con estas acciones, las comunidades de Etama y Bandial fortalecen su capacidad de adaptación al cambio climático, recuperan prácticas tradicionales de manejo del territorio y aseguran la seguridad alimentaria de las familias que dependen de los arrozales.
