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Los pueblos de Bandial y Etama se encuentran en una zona marcada por la degradación ambiental. La pérdida de superficie de manglar y la subida del nivel del mar han provocado inundaciones y la salinización de los suelos, dificultando el crecimiento de árboles en el entorno. Esta situación ha generado una escasez de leña —principal fuente de combustible— obligando a recurrir al manglar, lo que acelera aún más su deterioro.

Frente a este desafío, el proyecto ha impulsado una doble estrategia: reforestar con especies resistentes a la sal que ayudan a recuperar la fertilidad del suelo, y restaurar zonas degradadas de manglar.
Las actividades se han llevado a cabo durante los meses de vacaciones, momento en el que los jóvenes regresan a los pueblos. Gracias a su organización en asociaciones, ha sido posible movilizarlos y coordinar su participación en las plantaciones.

El ganado representa una amenaza para los árboles recién plantados, por lo que las mujeres de la comunidad han tenido un papel fundamental al cercarlos y protegerlos. Además, se ha creado un sistema de apadrinamiento comunitario, donde cada miembro del pueblo se responsabiliza de cuidar la supervivencia de los nuevos árboles.

La experiencia en Bandial y Etama demuestra que la reforestación no es solo una acción ambiental, sino también un ejercicio de cooperación comunitaria. La unión de jóvenes y mujeres ha permitido transformar un reto en una oportunidad para recuperar el equilibrio ecológico y garantizar recursos sostenibles para las generaciones futuras.